Todo hombre importante tiene en su haber una mujer cercana que le impulsa para la conquista de los bellos ideales. Así podemos decir que su único matrimonio fue con:
Cuando Bolívar está en su primer viaje a Europa, conoce al amor de su vida llamada María Teresa Rodríguez del Toro, con quién se casa y cumple bastantes requisitos entre lo que se encontraba el permiso del Rey para poder hacerla su mujer. El 1802 regresan juntos a Venezuela, y nueve meses después, María Teresa es víctima de una grave enfermedad lo que le ocasiona la muerte.
Luego de esto, Bolívar juró nunca volver a casarse ya que quedo en una profunda tristeza. La necesidad de olvidar la soledad y el luto afectivo, le impusieron a planificar otro viaje a Europa. Nunca más busco otro amor como el que sentía por María Teresa, pero si tuvo otras mujeres las cuales amó de paso.
Despues de ésta tragedia, Bolívar llegó a tener otros amantes en su vida, entre las cuales están:
María Ignacia Rodríguez
Su primera relación formal fue cuando tenía dieciséis años, en la ciudad de Méjico, en el navío”San Idelfonso“-Veracruz .Viajaba con su familia, cuando entra en relación con María Ignacia Rodríguez, cuyas amistades le llamaban “La guerra Rodríguez”, significando así el color de la piel y el cabello de ella. Tenía los ojos azules como el cielo, rasgados, inmensos y rubia sin dudar, talle elegante, con facilidad, gracia y popularidad se movía a sus anchas en la sociedad mejicana en la época. La llamaban Mujer “de fuego”, la “ guerra” también superaba a Bolívar en un lustro de edad y entre los olores de códices, libros becerros exhalaciones aromáticas de huertos y jardines, el caraqueño la encontró en la casa esquinera de su hermana María Josefa, en cuya mansión de Chapultepec se hospedara el viajero. Entonces aquel flirteo emocional, ya herido el corazón de otro, fue de tal importancia como para constituir el primer amor efímero del Libertador cuidado si el primer descalabro de la “guerra”, “el caraqueñito” alla llamado.
Con apenas veinte años encima y unos bigotes nuevos, Simón Bolívar decide regresar al continente europeo, para así dentro de la nostalgia olvidar y a la vez saborear en su mundo el complemento romántico de cuanto ha perdido. Simón Bolívar, siempre estaba rodeado de amigos, derrochando ilusiones, aprendiendo cada día más de la vida y a la espera de tropezar con alguien para llenar su corazón. Al cabo de poco tiempo aparece frente a él Fanny Louise Denisse Dervieux du Villard, de cuerpo entero bautismos y enlaces connubiales, mundana, hija del barón de Trobriand de Kenreden.
Ella, blanquísima mujer de cabellos rubio oscuro, era frívola por demás, coqueta, de refinamiento y gracia elegante pese a ser un tanto gruesa, de boca fina, los ojo azules, sonrosada la piel, hábil, encantadora, rodeabale un magnetismo propio “ con esa picardía de la mujer francesa” y en todo momento fue ávida de confidencias.
En la vida de Bolívar, a pesar de los compromisos sociales, para intimar con aquel viudo solitario de veinte años, vestido impecable, pleno de una fuerza desbordante que en igualdad transmite a la que por entonces estuviera casada desde 1.796, como se dice, en camas distintas, con un cansado Bartolomé Dervieux, coronel y conde a la vez, venido a menos en las esferas políticas cambiantes de la época y como complemento, con veintiséis años mayor que ella.
Teresa Lesnais:
Antes de partir de Paris, Bolívar habría de acariciar otros sentimientos en otros corazones. Así, preparado para una larga caminata europea de instrucción, que lo llevara por el centro del viejo continente acompañado esta vez de su maestro Simón Rodríguez, y de su cuñado Fernando Toro, mientras se recibe francmasón conocido de veras e intimo en esa Lutecia, con su amiga Teresa Lesnais, dulce, bella, reservada y enigmática mujer, a quien llego a amar sin alardes hasta allá, por los días imborrables de 1.806. De estos encuentros temporales, íntimos, disimulados, donde se incluían los aspectos familiares y de la amistad.
Ana Lenoit
Mientras Bolívar seguía al Estado Soberano de Cartagena, invade la cuenca caliente del bajo Magdalena para perseguir sin pausa a los soldados realistas. A finales de 1.812 y cargando con veintinueve años en los meandros y visiones de sus aguas revueltas, conoce a la francesa Anne Lenoit, entonces de diecisiete años bien formados, tímida, joven de pareceres y rubia bella de Paris, “la mayor atracción del pueblo”; establecida familiarmente en aquel lugar junto con su padre, un emigrado europeo que se desempeñaba como comerciante en la tórrida zona de Mompox.
En aquella naturaleza salvaje se creó un apasionado aunque corto romance de intimidad. Bolívar gustoso de las deliciosas aventuras galas se entrevista en varias oportunidades con esta beldad llena de encantos y alegría juvenil, tratada ella como “La madamita”, eso sí, lejos de la prisión o angustia de los seres humanos; pero acosado por la guerra itinerante, el héroe marcial embarca en las naos del destino rumbo a Heredia. Luego, en la campaña el Libertador continua hasta Tenerife, donde otra vez se encuentra a Anita, y sus brazos se aferran a ella, que le ha seguido con tesón.
Y el romance mas conocido e intenso:
Manuela Sáenz “La libertadora del libertador”
El 1 de diciembre de 1827, Bolívar salió para Bogotá, ante la solicitud de reanimar «una vida que está expirando». En esta ciudad debió enfrentar un grupo grande de detractores, entre los que se encontraban Francisco de Paula Santander y José María Córdova, enemigos declarados de la Sáenz. Bolívar tenía entre 29 y 30 años cundo conoció a esta bella mujer. Algo gruesa, ojos negros, mirada indecisa, tez sonrosada sobre fondo blanco, cabellos negros, artísticamente peinados y los más bellos dedos del mundo. Era alegre, conversaba poco; fumaba con gracia.
Poseía un secreto encanto para hacerse amar. Así fue como la describió Jean-Baptiste Boussingault, profesor de ciencias francés que Santander trajo a Colombia en 1824. Durante los primeros meses de vida en Bogotá, Manuela vivió en la Quinta de Bolívar, una casa situada a la sombra de los cerros de Monserrate, construida por José Antonio Portocarrero a principios de siglo y que, por motivos de las guerras de independencia, pasó a manos de Bolívar en 1820.
El 24 de julio de 1828, Manuela celebró el cumpleaños de Bolívar en la Quinta. En el transcurso de la fiesta, ella realizó un fusilamiento simbólico de Santander. Parece que la descarga se escuchó perfectamente en todo Bogotá. Con este acto, la política de reestructuración de la República que adelantaba Bolívar, estuvo a punto de derrumbarse. En la primera semana de agosto de ese mismo año, y a pesar de la orden de Bolívar de que permaneciera alejada del público, Manuela Sáenz puso treinta y dos pesos de plata en manos de don Pedro Lasso de la Vega, para así estar más cerca al Palacio de San Carlos, es decir, de Bolívar.
Esta cercanía y la combinación de sus talentos físicos con sus habilidades políticas le permitieron a Manuela saber de la conspiración para matar al general, conspiración que tomó fuerza por el descontento en casi todos los estratos. Los soldados se quejaban por el atraso en los pagos, las mujeres, la aristocracia, de la pérdida de privilegios, los intelectuales, por la falta de libertad, etc. El primer intento fue en el mes de agosto, en la fiesta de máscaras en el teatro El Coliseo, del que se salvó gracias a la acción involuntaria de Manuela. El segundo intento fue el 25 de septiembre, en el Palacio de San Carlos. Esta vez fue la acción premeditada de Manuela la que hizo que saliera ileso, y por ello fue llamada por Bolívar ”La libertadora del Libertador”. El 20 de enero de 1830, Bolívar presentó renuncia a la presidencia. El 8 de mayo emprendió el viaje hacia la muerte, ocurrida el 17 de diciembre en Santa Marta.
En los últimos días de 1830, Manuela emprendió el viaje hacia Santa Marta para cuidar la salud de Bolívar. En Honda recibió una carta de Louis Perú de Lacroix, un joven veterano de los ejércitos de Napoleón, que decía: “Permítame usted, mi respetada señora, llorar con usted la pérdida inmensa que ya habremos hecho, y que habrá sufrido toda la república, y prepárese usted a recibir la última fatal noticia” que fue el 18 de diciembre de 183.
Desde este momento, el sentido de la vida de Manuela quedo totalmente perdido. Con la muerte de Bolívar, el desprecio por ella se desbordó, por lo que decidió partir hacia Guanacas del Arroyo; sin embargo, la persecución no cedió. El 1 de enero de 1834 Santander firmó el decreto que la desterró definitivamente de Colombia. Fue a Jamaica, y de allí a Guayaquil, a donde llegó en octubre de 1835. También tuvo que partir de Guayaqui. Viajó, entonces, a Paita, un puerto en el desierto peruano sin agua y sin árboles. Allí, en un desvencijado edificio, se leía: «Tobbaco. English spoken. Manuela Sáenz». La pobreza la acompañó durante los últimos años, y finalmente también la invalidez.
Simón Bolívar fue un hombre intelectual, preocupado por su patria. Tenía un atractivo que llamaba la atención de muchas mujeres. Algunas investigaciones dicen que las mujeres lo amaban mucho por su personalidad , psicólogos explican que fue como un desahogo por perder a su madre a tan temprana edad, otros dicen que por su cuerpo .Quizás fueron todas estas cualidades lo que hizo que estas mujeres amaran a Bolívar. Pero lo que si estamos claros, es que Bolívar fue un buen esposo, amante y un gran hombre.